Despedida: Mujer Virtuosa ¿Quién la Hallará?



Diva Gayosso Reyes: Vida, obra y muerte
20 de Julio de 1953-18 de Mayo de 2015

“¡Oh, que muera yo la muerte de las rectas, y sea mi fin como el de ellas!”
                                                                                                     Números 23:10


Hoy estamos de luto. Y luto como ninguno.
Arrancada de forma cruel y súbita de entre nosotros. Ella, quien proporcionó albergue a cientos, murió en la calle.
Quien brindó a otros una familia, murió sola.
Quien sirvió 30 años a su comunidad, fue privada de la vida en un instante.
Quien protegió a otros, no recibió en el día fatal, auxilio.
Quien protegió la dignidad ajena, fue exhibida en el mal día en fotos morbosas.
Quien prodigaba afecto, recibió una fría daga en pago.
Aquella que enalteció la dignidad de sus semejantes, en vez de monumento, pila de ignominia.
Así mueren los cristianos. Los que en verdad se esmeraron por seguir el ejemplo del Maestro Jesús.
Incomprensión, no honores ni bandera a media asta. Y sin embargo, su legado, ¿quién lo negará? y su generación ¿quién la contará?
Alimentó a los pobres, lloró con los necesitados, amparó-en el más amplio sentido posible de la palabra-, a los desprotegidos. Protegió con riesgo de su vida a los más vulnerables. Educó, levantó escuelas y formó discípulos. Proveyó más que un techo, calor de hogar, sentido de pertenencia. Visión de vida. Enalteció el estudio, no era opcional prepararse.
El trabajo, que ennoblece y da sentido de dignidad. La autonomía, la espiritualidad, los valores, la ética y la responsabilidad. Su albergue era el progreso. Bienaventurados quienes cruzaron sus puertas. Dichosos los que de su ejemplo abrevaron.
Incomprendida, como es natural, por quienes de tiempo cerraron su corazón a la tragedia de los pobres.
Consejo más sobrio y prudente que el de ella, no había. Y al que amparaba, tenía en ella diez ejércitos. Y he aquí, su forja de guerrera era dulce, y el instinto materno a flor de piel y tierno. De su generoso afecto muchos recibieron lo que de sus madres naturales carecieron.
Médico, egresada del Politécnico Nacional, trabajó para el gobierno federal por muchos años. Criada en el protestantismo, ella misma vivió en su niñez un tiempo en un albergue presbiteriano. De su fe y de ser de una minoría, nunca se avergonzó. Predicó a Jesucristo conforme a su conciencia en tierra hostil, de tradición cerrada; gritó a quien quisiera oír que después de esta vida hay otra que es Eterna e inmarcesible. Desmintió a los ascetas diciendo que la vida presente, en el aquí y ahora, es también preciosa e importante, tanto que dedicó su vida ella a suplir toda carencia material y emocional de los que menos tienen. Teóloga y luchadora social fundida en mujer, postuló que la justicia y defender a los que menos tienen, son los mandamientos más sagrados y que no son opcionales.
Generosa en las catástrofes, -huracanes o trágicas inundaciones- repartió víveres y prodigaba consultas médicas hasta altas horas de la noche. La ciudad siempre contaba con ella. Como médico era competente y excepcional: cuando la enfermedad cruel no podía curar, aliviaba; y cuando no podía aliviar, consolaba. Daba seguimiento a los pacientes graves, canalizándolos a los mejores hospitales hasta asegurarse de su recuperación.
Quienes la menospreciaron por ser mujer, o por su aspecto dulce, pronto caían en cuenta de su error. En los juzgados, a favor de los débiles, Diva era un contrincante formidable. Combinación de intelecto, perseverancia y feroz sentido protector, sustentados en la fe y la convicción de que las mujeres, los menores, tienen derechos humanos y que podemos construir un mejor país.
Punto de referencia. Esa es la mejor descripción de ella. De honores y galardones estaba llena su pared: Mujer del año, premios de todo lo que los gobiernos y las instituciones dan premios a los que sobresalen en labores humanitarias y sociales. Nunca buscó los galardones humanos. Le llegaban por consecuencia, pero los recibía con humildad, sabiendo que uno solo es el galardón eterno.
Corrió con paciencia la carrera de la fe. Se hizo sierva de todos, echó mano de la vida eterna haciendo tesoros en los cielos, en donde ladrones no minan ni hurtan.
Diva Gayosso es su nombre: ya lo entonan coros de ángeles celestiales: entrará en la paz, descansará de sus obras, enjugará Dios toda lágrima de ella y hoy escucha ya las benditas palabras “bien, buena sierva y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré’’...

Diva hermana, Diva madre, Diva protectora más que un padre.
Tu obra y tu legado siguen adelante.
Diva dulce de la sonrisa de niña. Diva de la mirada.
De los ojos negros que escrutan dicho y alma.
Tus sacrificios no fueron en vano.
Diva de la presencia regia y de la palabra franca.
Diva de los dolores del alma.
Diva del milagro permanente del amor,
Del continuo darte por otros con alegría.
Diva de la fe que movió montañas, que tapa la boca de los leones y gana mil batallas.
Diva de la palabra que hizo florecer el desierto.
Diva, la que creyó en Cristo.
La que hoy descansa ya en paz, con Él, en la sublime gloria.
Amén
Anónimo

Comentarios

  1. gracias por tomarse un tiempo para leer este apartado, sinceramente yo conoci muy bien a esta persona, yo ingresé a los 8 años ahi, porque no tenia familia, desde entonses ella siempre, siempre estaba al pendiente de mi, por lo cual ella fue la madre que no tuve. Y ESTOY MUY AGRADECIDA

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  2. hoy ya un mes de su partida, y pareciera que aun esta entre nosotros...

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